El nuevo podcast del gobernador de California, donde se distanciaba de los demócratas en el tema de los derechos de las personas trans, desató una polémica mediática y generó diversas opiniones entre los californianos.
Cuando vi los titulares sobre el nuevo podcast del gobernador Gavin Newsom, “This is Gavin Newsom", puse los ojos en blanco.
Los medios de comunicación rebosaban de críticas. Estaba complaciendo a la derecha, dando espacio a extremistas y abandonando los valores demócratas. Presentar a figuras de extrema derecha como Steve Bannon y Charlie Kirk me pareció una traición, no solo a los ideales progresistas, sino también a las comunidades que Newsom había defendido con fervor.
Como votante de California, me sentí decepcionada. He marchado por los derechos de las mujeres, he visitado a legisladores estatales e incluso me he mantenido involucrada políticamente viviendo fuera del estado. Una vez creí en la visión de Newsom: imperfecta pero valiente. Pero últimamente, siento que su liderazgo se está enfocando en la imagen nacional, no en las necesidades de California.
Así que cuando me enteré del podcast, supuse lo peor. Antes de escucharlo, los titulares decían: "Newsom cambia de opinión sobre los derechos de las personas trans". Estaba furiosa. Sin duda, era otra maniobra calculada para alcanzar un escenario más grande, o un político que intercambiaba valores por visibilidad.
Entonces, escuché.
Lo que encontré no fue una capitulación. Fue una conversación. Newsom no cedía terreno; estaba entrando en la arena, aunque de forma imperfecta. En un tenso intercambio con Kirk, ambos discutieron.
Pero cuando lo oí decir: "Algunas de estas cosas tienen más matices de los que queremos reconocer. Entiendo por qué a la gente le preocupa la justicia. No creo que sea transfóbico decir eso", hice una pausa.
Eso no sonó a traición. Sonó como alguien intentando crear espacio para una conversación difícil.
No digo que la gente deba validar la retórica dañina. Pero hay una diferencia entre ceder y aferrarse. Prestar atención a los matices y escuchar lo que realmente se dice, no solo el titular más llamativo.
Newsom no conectó todos los golpes, pero estuvo presente en el ring.
La verdadera prueba de fuego llegó cuando un amigo me preguntó si lo había escuchado todo. No lo había hecho. Me había alejado de los titulares. Siempre les digo a los demás que revisen sus fuentes, investiguen más a fondo y eviten la indignación como sustituto de la comprensión. Y, sin embargo, hice exactamente eso.
En la situación actual de los medios, eso es fácil de hacer. Muchos titulares no están diseñados para informar, sino para provocar. Y en un mundo de alertas constantes, ¿quién tiene tiempo?
Pero este podcast me recordó que los titulares son el anzuelo, no toda la pelea. Tenemos que dejar de boxear con la sombra. Tenemos que escuchar.
Irónicamente, las críticas del podcast solo amplificaron su alcance. La indignación de la derecha contribuyó a aumentar la visibilidad de Newsom, intencionalmente o no. Reflejó la dinámica de la era Trump: la controversia como combustible y la atención como moneda de cambio. Me hizo preguntarme si todos estamos siguiendo el mismo guion, alimentando el espectáculo que decimos despreciar.
Pero esto es lo que importa: Newsom se involucró. Desafió las narrativas binarias que dominan el discurso político. No tenía todas las respuestas, pero planteó las preguntas. Ese tipo de compromiso no indica debilidad. Señala un cambio hacia el diálogo, no hacia la división.
En mi propio trabajo político, he aprendido que el compromiso no significa que todos obtengan lo que quieren. Se trata de comprender a qué están dispuestos a renunciar las personas y por qué. Eso requiere escuchar más allá de la superficie, plantear preguntas más profundas y permanecer en la mesa incluso cuando resulte incómodo.
Como escribió el sociólogo Pierre Bourdieu, “Un compromiso político no es la negación de la lucha, sino su transformación en una forma más estratégica”.
Juzgué el podcast antes de escucharlo. Al hacerlo, casi me pierdo un modelo para el tipo de discurso político que necesitamos desesperadamente: uno basado no en la indignación performativa, sino en la curiosidad, el respeto y la creencia de que el progreso no reside en los extremos, sino en algún punto intermedio.
Este artículo fue traducido al español por Visión Hispana y publicado originalmente por calmatters.org.