¿Por qué algunos países están sumidos en la pobreza mientras que otros son prósperos? ¿Son los recursos naturales, la geografía o las consecuencias de la historia responsables de la brecha entre ricos y pobres, como algunos sostienen?
Culpar a los ricos encaja perfectamente en la narrativa de la populista lucha de clases, pero los datos revelan otra cosa: cuanta más libertad económica disfruta un país, más probable es que sea capaz de reducir la pobreza.
Esta es precisamente una de las muchas conclusiones a las que llegan el equipo de economistas y académicos que elaboran el Índice de Libertad Económica de la Fundación Heritage en coautoría con el periódico Wall Street Journal. Ahora bien, en nuestra 18ª edición, el Índice anual analiza la relación entre una mayor libertad económica y las oportunidades económicas y la prosperidad.
Las puntuaciones del Índice se basan en medidas de la eficacia de la regulación, cargas fiscales, mercados abiertos y el Estado de Derecho para determinar la libertad económica de 179 países. Por ejemplo, al comprobar lo eficaz de la regulación nos fijamos en lo fácil (¡o difícil!) que sea abrir una empresa o, en la categoría de lo legal se estudia el impacto de la corrupción.
Este año Estados Unidos siguió su descenso en la lista y pasó de noveno a décimo lugar debido al deterioro de sus puntuaciones en gasto público, libertad frente a la corrupción y libertad de inversión. Estados Unidos perdió la codiciada categoría de economía “libre” hace dos años ya y ahora somos sólo “mayormente libre”.
En conjunto, los países latinoamericanos revelan todo un estudio de contrastes. Por un lado está un país como Chile. Lo hizo muy bien en la clasificación de este año, defendiendo el libre mercado y rechazando medidas proteccionistas, tales como barreras no arancelarias. Por otro lado, están países como Venezuela y Cuba. Terminaron a la cola de las clasificaciones mundiales. Los regímenes de Venezuela y Cuba (un decepcionante 174 y 177, respectivamente) se han erigido en propulsores del socialismo del siglo XXI y la libertad económica ha sido erradicada. Todo lo que le queda al pueblo es miseria y descontento.
Y sin embargo, la tradición del populismo sigue atrayendo a millones de seguidores en toda América Latina. Para países como Nicaragua y Ecuador, la falsa idea de que el gobierno puede salir de una recesión gastando para generar riqueza ha sido una tentación demasiado grande para resistirse. Por desgracia, la máxima de la gran Margaret Thatcher demostrada con el paso del tiempo sigue siendo cierta: ” El problema con el socialismo es que tarde o temprano se le acaba el dinero de los demás”.
Para toda América Latina y esa promesa de sus caudillos de sacar de la pobreza a sus pueblos, su nueva versión de socialismo del siglo XXI ha sido un miserable fracaso.
La libertad, no la represión, es la clave para reducir la pobreza.
Fuente: The Heritage Foundation