Dos cumbres

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28 April 2009 Alberto Schlesinger Vélez Print Email

 

La primera, el G-20 y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). La segunda, América Latina. En ambos escenarios el presidente de Estados Unidos tuvo su presentación en sociedad, dentro de los conflictos más graves de los que se tenga memoria y amenazas reales que ponen en jaque la

estabilidad mundial. Desde Irán, Corea del Norte y Rusia resucitando militarmente, hasta los piratas somalíes y el terrorismo en todas sus formas.

Tuvimos el estreno de Obama y su política internacional, de una parte. Y el auditorio compuesto por el resto de gobiernos, de otra, donde claramente contrastaron los del Primer Mundo con los de América Latina.

El presidente de Estados Unidos se caracterizó en ambos eventos por la sencillez, calidez humana y ese mensaje de, yo soy uno más de ustedes. Todo acompañado por la retórica y fluidez de palabra, cándidamente optimista, que fue la clave de su victoria electoral y que nos dio la sensación de continuar oyendo un discurso de campaña y no las orientaciones y señales de la nación todavía más poderosa del mundo.

Naturalmente, esta actitud novedosa fue ampliamente acogida, y muy específicamente por los medios de comunicación y por la opinión pública que optó por el cambio. Frente a los problemas y amenazas, muy poca concreción recurrentemente, algo de dinero adicional, y lo más positivo, un mayor sentido de unión generado por la gravedad y comunidad de los problemas y por una interdependencia inevitable en su manejo.

Pero el yo soy uno más de ustedes y Estados Unidos no puede resolver solo los problemas, así sea verdad, dejó la sensación de que no hay cabeza visible que guíe al resto en la dura travesía que tenemos por delante. Solo una unión de atemorizados, con gran incertidumbre por una crisis que como los virus más letales, muta rápidamente, haciendo inoperantes los remedios disponibles.

También para rescatar, y básicamente, porque es el factor que diferenció a los participantes en los dos foros, fue el hecho de que en Europa se concretaron en el presente y futuro. Aquí, en Latino América, solo hablamos del pasado. Daba pena ver cómo, cuando el presidente Obama proponía dejarlo atrás, se le contestó que el presente era Bahía de Cochinos o el 11 de abril del 2002. O cuando se 'cubanizó' la cumbre, tratando de perdonar, una vez más, a la dictadura más vieja del mundo, incorporándola a un esquema que presupone la democracia, con la intención falaz de absolver a las dictaduras de hecho que existen en la región, y con el interés soterrado de evitar responsabilidades futuras.

Mandatarios acusados de violadores de parientes o de las normas constitucionales y legales, impúdicamente. Parejas que se rotan el poder de manera abierta. Presidentes que con huelgas de hambre chantajean al Congreso para obtener la reelección. Obispos que por líos de faldas cuelgan los hábitos y son elegidos. Y varios en carrera desenfrenada para quedarse en el poder, participaron en la cumbre. Como diciendo aquí está el eterno pasado de América Latina. Tal vez ahora con algunos peores exponentes. Y para confirmarlo, la entrega del libro de Galeano, memorial de agravios y lamentos ancestrales, donde solo faltaron las canciones de protesta de los 60 y 70 de Viglieti o los de la Parra para hacer más colorido el mensaje.