De acuerdo a estudios de la Asociación Médica Americana, más de 3.2 millones de jóvenes sufren de acoso ‘moderado’ o ‘serio’. En mi caso recuerdo que empezó a muy corta edad.
Recuerdo haber dicho a uno de mis compañeros en el jardín de niños, “Escucha niño, este es mi lugar de juegos”, al mismo tiempo que sostenía un objeto puntiagudo en su cuello.
Sí, yo era lo que tú considerarías un bully. Acosaba a los niños porque era más grande, el más alto en la clase y también el más fuerte. Tenía una ventaja ya que todos los niños de mi edad usualmente eran más pequeños y más delicados.
Sentía como si hubiera nacido para pelear. Vivía en una casa en donde todo era drama. Parecía que en mi familia todos se provocaban unos a otros todo el tiempo. Muchas veces eso llevaba a la violencia física. Vi a mi familia pelear unos con otros y fui parte de esa violencia desde que tenía solo siete años.
Admiraba a mi hermano mayor, quien algunas veces era violento. Quería ser como él. En la escuela, ya en el segundo grado, todos sabían que no deberían provocarme. Fue cuando me di cuenta que era ‘la bomba’, o al menos eso era lo que yo creía.
Cuando me mudé de Florida a California, en el cuarto grado, las cosas cambiaron. No conocía a nadie, así que pronto me convertí en el niño callado de la clase. Me convertí en un ermitaño. Me convertí en el que acosaban porque era latino, y mi inglés no era tan fluido.
Así que estaba intrigado en conocer lo que un ex acosador tenía que decir sobre sus acciones pasadas, así que hablé con Kalvin Saelee, un ex bully.
“Me hacía sentir el más grande y mejor que todos, y me convencí a mí mismo (que estaba bien) hacerlo”, mencionó. “Era un chico muy popular. Lo veía como una broma, pero no sabía que las balas que disparaba con mis palabras podrían hacer daño”.
También entrevisté a Myles Houston, quien fue víctima de acoso, a fin de saber el daño que el bullying le había causado. Myles me comentó que no le era fácil relacionarse con sus compañeros.
“Tenía características femeninas, tenía sobrepeso, y usaba lentes. Los niños no me querían ya que era diferente. Me decían cosas perversas y yo no les decía nada ya que sentía que sonaría tonto, y ellos solo se burlarían de mí”, mencionó Myles.
Myles también dijo que trató de detener el acoso y pensaba en maneras de ser mejor persona.
“Solía pensar todo el tiempo, ‘necesito perder peso’, veía los barros en mi cara todo el tiempo”’, recuerda.
De acuerdo a reportes recientes, casi un tercio de todos los estudiantes de 12 a 18 años sufren de acoso en la escuela, algunos incluso diariamente. Catorce por ciento de esos estudiantes reaccionan de manera negativa al acoso y terminan desarrollando ansiedad, baja auto-estima, depresión al ir a la escuela, e incluso pensamientos suicidas.
Myles comentó que aun cuando eventualmente perdió peso y el acoso disminuyó, aun sentía ansiedad.
“Cambié mi apariencia, pero mis inseguridades nunca se irán”, mencionó Myles.
Al correr del tiempo Kalvin también cambió.
“Empecé a interactuar con la gente a la que solía acosar y a conocerlos. De hecho eran muy buena gente. Cuando me enteré de que incluso podían lastimarse a ellos mismos debido al acoso, me sentí que era una persona terrible”, mencionó.
Heaven Murillo, otra víctima del bullying. Cuando entrevisté a su madre Joanna mencionó que la Weaver Middle School, en la que Heaven era acosada, no estaba haciendo lo suficiente para detener el acoso que sufría su hija.
Heaven mencionó que todo empezó cuando una ex compañera de escuela la retó en un “dance battle”.
“Ella bailó su parte y yo hice lo mismo en mi turno. Cuando terminé, todos se rieron de mí”, mencionó Heaven.
Heaven dijo que en la siguiente semana una chica la tomó del cuello y la empujó hacia la pared, y entonces un grupo de niños le arrojó comida. Posteriormente la madre de Heather le dijo a Heaven que se defendiera de los bullies. Heather pronto se vio involucrada en peleas físicas y fue suspendida.
Debido a que las peleas entre Heather y las otras niñas continuaban, Joanna trató de intervenir aún más llamando a la policía directamente.
“Cada vez que Heaven se metía en problemas, la escuela ni siquiera se molestaba en llamarme para decirme lo que estaba pasando. No había cartas, nada que tuviera que firmar. Me enteraba cuando ella regresaba a casa y me decía que había sido suspendida”, menciona Joanna.
Joanna también dijo que la escuela suspendía a Heaven por todo lo que hacía. Al punto de que Heaven recibió una suspensión de 20 días. Cuando Heaven fue suspendida, Joanna no recibió notificación de parte de la escuela, y se enteró de la expulsión de boca de otra madre. Poco después, Heaven fue expulsada. Joanna menciona que su hija fue castigada por ser acosada, en lugar de ser apoyada.
De acuerdo a bullyingstatistics.org, cerca de un 85 por ciento de los casos de acoso no reciben ningún tipo de intervención por parte de los maestros y/o administradores.
Estoy convencida de que si alguien de la escuela hubiera intervenido en el acoso del que Heaven sufría, quizás no hubiera sido suspendida y su educación nunca hubiera estado en riesgo.
Juntos podemos hacer un cambio y parar el acoso. Podemos dejar de lastimar a la gente que no lo merece. Todos deberíamos de sentirnos felices en la escuela, no con miedo. Resolver el problema del acoso debería iniciar con nuestros modelos a seguir, nuestros funcionarios escolares, quienes tienen el poder de hacer algo.
Y para mis compañeros estudiantes, los invito a darle una oportunidad a esa niña o niño raros que están en su clase. Son humanos como cualquier otra persona y tienen sentimientos.
Si estas siendo acosado, defiéndete y levanta la voz. Nadie tiene el derecho de lastimarte física o emocionalmente. Si sientes que nadie hace nada, no te des por vencido (a) y encuentra un aliado, ya sea un padre de familia, un profesor o un amigo, y asegúrate de que alguien te escuche.
Es imposible acabar con el acoso – solo es cuestión de educación y esfuerzo. Espero que algún día todos podamos cerrar los ojos por un segundo y no juzgar a la persona que está a nuestro lado por su apariencia, en cambio juzgarlos por quienes son. No por las cadenas que usan o sus ropas costosas, pero por sus corazones y espíritus. Todos somos únicos y hermosos en nuestra propia manera.