Cuando Julio Covarrubias consiguió su primer empleo en los viñedos, no sabía nada sobre vino. “Mi pasión por el vino nació mientras realizaba trabajo de temporada en los campos”, señala. “Tenía 17 años cuando empecé a trabajar para la familia Wente y 38 años después, todavía trabajo para ellos”.
Covarrubias es ahora administrador de los viñedos Wente Vineyards, una bodega que ha sido propiedad de la familia por cuatro generaciones, con más de 2,000 acres de viñedos en el Valle de Livermore, ubicada aproximadamente 20 millas al este de Hayward.
En 2002, con sus ahorros obtenidos de la reventa de casas, Covarrubias compró 21 acres de terreno y empezó su propio viñedo.
Covarrubias se encuentra entre una nueva generación de mexicanos y méxico-estadounidenses en el negocio vinícola que está yendo más allá del trabajo de campo y están estableciendo un nuevo lugar para ellos y sus hijos en la industria. En el Valle de Livermore y otras regiones vinícolas, los latinos juegan papeles importantes en los viñedos, en las bodegas y en el negocio de la producción de vinos.
“Nadie podía entender cómo un trabajador del campo podría costear la compra de un terreno”, señaló Covarrubias mientras posa sus manos en uno de sus vids Petit Syrah. Sus uvas se venden a varios viñedos aledaños incluyendo a Nottingham Winery y McGrail Vineyards & Winery, mismos que han recibido los reconocimientos de la industria por los vinos que producen con las uvas de Covarrubias. Él sueña con que su nieta se convierta en la primera vinicultora de la familia. “La gente piensa que este viñedo es mío, pero no lo es. Es para mi nieta”, comenta, sonriendo.
Ernesto Hernández pasó su infancia trabajando en un rancho ganadero en Michoacán, México.
“Crecí en un pueblo pobre y humilde, donde la mayoría de las veces no podíamos ni siquiera comprar zapatos”, señala. “Pero gracias a mi padre, aprendí como trabajar arduamente y trabajar la tierra”.
Las habilidades de Hernández lo llevaron no a los viñedos, sino a las tierras que los rodean. Inicialmente contratado como jardinero de Concannon Vineyard, Hernández es ahora el encargado responsable de la popular área de picnic de la bodega y realiza podas ornamentales.
“Cuido las cosas de aquí como si fueran mías”, dijo sonriendo mientras observaba a las familias que estaban sentadas sobre el césped.
La esposa de Ernesto pasa tiempo trabajando en la producción en Concannon Vineyard y los dos han criado tres hijos en Livermore, todos con educación universitaria.
El Dr. Sergio Traverso, cofundador de la bodega Murrieta’s Well, llegó a los Estados Unidos desde Chile sin la intención de entrar al negocio vinícola.
“En 1969, vine aquí no a estudiar la producción vinícola, sino a perseguir una carrera en la investigación y la docencia”, señaló. “Pero en ese proceso, se suscitó el golpe de estado en Chile y todas las universidades se quedaron sin presupuesto para la investigación, así que no había la oportunidad de regresar allá y hacer lo que quería hacer”.
Influenciado por la experiencia vinícola de su familia en Chile, Traverso se redirigió a la producción vinícola y se unió al departamento de viticultura y enología en UC Davis. Desde entonces, ha pasado cuarenta años en la consultoría y producción vinícola alrededor del mundo y ahora es una autoridad en el clima y la industria de la región.
“Todo ha cambiado desde que llegué aquí en 1981. En términos de viticultura, producción vinícola, mercadotecnia– todo el panorama vinícola ha cambiado y puedo decir que he sido parte de dicho cambio”, señaló.
El Dr. Ricardo Aguirre, fundador y productor de Bodegas Aguirre Winery, es uno de los productores vinícolas más recientes en el Valle de Livermore, plantando sus primeras uvas en 1996 y produciendo su primer vino comercial en 2002. A la fecha, ha producido 33 distintas variedades, alterna por lo menos 14 vinos en su lista de cata y ha ganado más de 60 reconocimientos por sus vinos– todo mientras trabajaba como cirujano cardiólogo de tiempo completo. Originario de El Salvador, Aguirre señala que el 10 por ciento de sus visitantes son hispanohablantes, pero ha notado un lento aumento en dicha cifra.
“Son muy inquisitivos, que es lo que necesitan hacer para aumentar la velocidad”, señaló. “La cata de vinos es la más simple de las tareas – la mayoría de las veces, solo implica catar, catar y catar y enseguida sabrás decidir qué es lo que te gusta”.
Aguirre aplica una persistencia similar en sus metas de producción vinícola. “Mis sueños ya se han cumplido”, señaló, citando la recepción positiva de sus productos. “Nunca estás satisfecho en el sentido de que siempre querrás hacer el vino perfecto de 100 puntos, pero usualmente yo no tengo sueños – yo tengo metas y mi meta es elaborar un producto realmente bueno día a día”.