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Obamanomía Presupuestaria

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03 April 2009 William F. Shugart II Print Email

Recién de haber firmado el paquete de Leyes para la Recuperación y Reinversión por $787 billones, el Presidente Obama presentó la propuesta de su presupuesto para el ejercicio fiscal 2010 ante una sesión conjunta del Congreso. Sobrepasando incluso al gastador George W. Bush, a quien culpó por la “era de profunda irresponsabilidad” que había heredado, el nuevo presidente ha solicitado un aumento enorme del 8 por ciento al gasto federal

discrecional del 2009.

Los estadounidenses ordinarios, que pagarán la cuenta, solo pueden soñar con un aumento tan grande.

Los $3.6 trillones (billones en español) que el Presidente Obama quiere que el gobierno federal gaste el próximo año fiscal exceden los ingresos previstos por cerca de $1.2 trillones.

Posiblemente emulando a Ronald Reagan, el “escenario prometedor” adoptado por el Presidente Obama para ayudar a conseguir sus propios objetivos de reducción del déficit consiste en que la economía rebote fuertemente en el 2010 y 2011. Nadie afuera de la Casa Blanca cree que ese crecimiento sólido necesario para producir aumentos significantes en los impuestos federales así como las reducciones relevantes con respecto a gastos relacionados con la recesión regresará así de pronto.

Más de la mitad de los $2 trillones de la reducción del déficit que la administración anticipa lograr resulta del dinero que será ahorrado al retirar las tropas estadounidenses de Irak en los próximos 19 meses. Estos ahorros están basados no en las reducciones actuales al gasto presupuestal sino en la suposición de que el gasto de la guerra habría continuado en los niveles actuales (aproximadamente $130 billones por año) durante la siguiente década.

El remanente se compone de aumentos sustanciales en los impuestos, dirigidos, entre otros, al principal 2 por ciento de las personas que obtienen ingresos, quienes ya pagan el 62 por ciento del total de los impuestos federales recolectados de personas, y quienes verán que los límites en sus deducciones permisibles – incluyendo los pagos de intereses de hipotecas y contribuciones de caridad – se volverán más estrictos.

Pero la esperanza de una reducción al déficit es sólo la punta del plan presupuestal del presidente. Este contempla un rol gubernamental mucho más grande en la economía. Los préstamos estudiantiles serán federalizados. La meta de establecer un sistema nacional de seguro médico obtiene un “enganche” de $630 billones. Decenas de miles de dólares más serán “invertidos” en la siempre elusiva búsqueda de alternativas comerciales viables con respecto a combustibles fósiles; y $250 billones están destinados para más rescates financieros de bancos, compañías aseguradoras y otras corporaciones del sector privado consideradas “demasiado grandes para caer”.

Cuando los libros se cierren para el 2009, el déficit federal se espera que sea de $1.75 trillones, estableciendo un record por un aumento único en la deuda nacional. La tinta roja en el presupuesto de este ejercicio fiscal asciende al 12.3 por ciento del Producto Interno Bruto (GDP por sus siglas en inglés), más alto que en cualquier punto desde 1942 cuando Estados Unidos estaba gastando gradualmente por la Segunda Guerra Mundial. El Producto Interno Bruto se está hundiendo en índices alarmantes.

Los impuestos cada vez más altos y la continuación del gasto descomunal comenzado por el Presidente Bush sólo acelerarán esa tendencia. El espectáculo de la líder de la Cámara Baja, Pelosi, poniéndose de pie y aplaudiendo casi en cada pausa del discurso del Presidente Obama debe indicarle hacia donde nos dirigimos: no a la prosperidad.