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Mi escape

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12 April 2008 Visión Hispana Print Email

Por Madeleine Bair

Secuestrado, torturado, y amenazado, F.L. Paz se niega a callar

Sentado en una cafetería de Berkeley, un hombre de mediana edad no parece ser nada fuera de lo ordinario. Con lentes sin armazón, cabello corto y un fuerte acento,

bien podría ser un profesor que ha venido de visita a la universidad local. Un transeúnte que pasa junto a él no se da cuenta de la cicatriz en su torso o de las lágrimas que llenan sus ojos al recordar su pasado.

Son las heridas fisicas y emocionales de un hombre que ha enfrentado la muerte y que todavía se pregunta por qué está vivo para contar su historia.
“Mi nombre es F.L. Paz,” comienza su relato, “tengo más de 40 años.” Sus vagos detalles revelan el temor en el que vive, al mismo tiempo que comparte su experiencia de escapar de una de las más notorias organizaciones terroristas a nivel mundial.

Hace varios años, F.L. Paz, un hombre de negocios colombiano, comenzó a ser una víctima más de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, conocidas como FARC. Establecida en los años 60’ como la división armada del Partido Comunista, el grupo rebelde actualmente controla una vasta región de la selva colombiana. Sus fondos provienen del tráfico de drogas, extorsión y secuestros de ciudadanos inocentes.

Como agente de bienes raíces de una zona rural de Colombia, al Sr. Paz y a sus colegas, miembros de la FARC en muchas ocasiones les pidieron dinero para dejarlos hacer sus negocios en la región. Ellos se negaron repetidamente a las extorsiones. Hasta que un día su colega pagó por su conciencia con su vida. Para el Sr. Paz, el asesinato de su colega y mejor amigo encendió una furia que cambio el rumbo de su vida para siempre.

La primera reacción del Sr. Paz fue escribir un libro acerca de las heridas causadas por las despiadadas tácticas de las FARC en su país. Pero frustrado por la incapacidad de su gobierno para detener a las FARC y cegado por sus emociones, Paz quería hacer más sin importar los riesgos. “Yo quería vengar la muerte de mi amigo,” recuerda.

Su segunda reacción fue planear un viaje a la region controlada por las FARC, región conocida como “zona roja” para observar al grupo y sus tratos con traficantes de drogas. El quería publicar y exponer al grupo y sus tácticas corruptas al resto del mundo. Sin decir nada a su esposa o hijas, el partió solo a la peligrosa región.

Pero lo que le esperaba al Sr. Paz en la jungla eran los soldados de las FARC convencidos de que él era un espía de la fuerza anti-drogas colombiana o estadounidense. Su plan se evaporó cuando los soldados comenzaron a torturarlo físicamente durante horas dando inicio su cautiverio de seis meses.
Su respiración se acelera y su rostro se enrojece cuando el Sr. Paz recuerda los inumerables horrores que experiment durante ese tiempo: los soldados encajaban agujas debajo de sus uñas antes de arrastrarlo de sus extremidades a través de la selva; él fue testigo de cómo un niño soldado disparaba a sangre fría a un hombre mientras la familia de la víctima observaba. En medio de un combate entre las FARC y las fuerzas gubernamentales, el señor Paz junto con otro cautivo pudieron escapar y ambos estuvieron huyendo de sus captores por dos días en la selva.

Aunque es difícil para él recordar los detalles de su secuestro, tortura y el increíble escape de su cautiverio, el Sr. Paz insiste en compartir su historia porque él quiere que más personas conozcan acerca de las FARC. De acuerdo con Amnistía Internacional, más de setescientos colombianos están secuestrados actualmente por las FARC, y otros miles han sido puestos en libertad a cambio de dinero.

La presión para el gobierno colombiano para detener las actividades de las FARC está creciendo alrededor del mundo. A principios de este año, millones de personas salieron a las calles a protestar en Colombia y alrededor del mundo demandando justicia por las víctimas de las FARC.
En la protesta que se llevó a cabo en San Francisco, F.L. Paz sumó su voz a la de la multitude para pedir paz en Colombia. A pesar de su constant temor de que sus captores lo encuentren, él dice que debe alzar su voz para protestar.

“Ellos me secuestraron. Ellos trataron de asesinarme. Ellos querían matar a mi familia,” dice. “Eso no es correcto.” Al preguntarle si tenía alguna esperanza de ver a las FARC derrotadas, él se toma una pausa antes de ofrecer una respuesta que encierra esperanza. “Tal vez algún día.”