Los desequilibrios en el azúcar sanguíneo y el exceso de peso pueden aparecer conjuntamente, o uno a consecuencia del otro, sobre todo a partir de la edad madura.
Cuando eso ocurre no sólo se produce una combinación semántica de los nombres de estos dos trastornos, sino que se desencadena una mezcla de sus efectos que resulta nefasta para la salud.
La generalización del sobrepeso, la obesidad y la diabetes entre la población ya alcanza en muchos países desarrollados las dimensiones de una auténtica pandemia, que en el año 2025 puede afectar en todo el mundo a 300 millones de personas, con un riesgo muy elevado de sufrir trastornos vasculares severos.
El número creciente de personas que presentan este doble trastorno preocupa a los endocrinólogos, porque la diabetes tipo II sólo se aparecía entre personas de mediana edad o mayores, pero ahora ha aumentado el número de casos en todas las edades y cada vez se diagnostica en enfermos más jóvenes, sobre todo en los niños y adolescentes gordos y muy gordos.
Ejecicio y dieta salulable
Toda persona con un peso excesivo puede terminar desarrollando diabetes, aunque existe un tipo de gordura que predispone más a padecer la diabetes tipo II: la “obesidad central,” donde la grasa se acumula con mayor facilidad alrededor del abdomen y la cintura y se concentra alrededor de los órganos internos.
Para muchos expertos la solución de este problema, no depende de los fármacos sino de evitar las dietas cargadas de grasas y azúcares poco saludables, y de hacer del ejercicio físico algo cotidiano.
La dieta mediterránea , con aceite de oliva o frutos secos, la cual reduce el colesterol LDL o “nocivo” y eleva el colesterol HDL o “beneficioso”, sigue siendo, a juicio de los expertos, la mejor medicina para prevenir el binomio obesidad-diabetes.
Por el contrario, el exceso de comida rápida o “basura”, y el menor consumo de a frutas y verduras, favorecen este desorden.