La reciente ola migratoria de miles de niños centroamericanos a los Estado Unidos ha levantado preguntas sobre cuántos de ellos son de hecho niños y si son de Centroamérica. También una pregunta ha sido, si son simplemente migrantes.
En las montañas del más pequeño de los estados de México hay un pueblo llamado Tenancingo. Un pueblo de diez mil habitantes. Tenancingo ha crecido durante la pasada mitad del siglo gracias a un lucrativo negocio familiar. Abuelos pasaron el comercio a padres, y los padres lo pasaron a sus hijos – ese negocio es el tráfico sexual.
Pero las prostitutas involucradas en su conspiración no son participantes dispuestas. Muchas son de pueblos rurales e indígenas en todo México, quienes son secuestradas, mantenidas prisioneras, y seducidas en un comercio que los hijos de Tenancingo han ido perfeccionando por décadas.
Cuando llegan a los EE.UU., las víctimas son obligadas a recibir hasta 60 clientes por día. Los hombres pagan $35 por quince minutos de sexo, de acuerdo a Sanctuary for Families, una organización no lucrativa que aboga por las víctimas de tráfico sexual. El dinero recibido es enviado a Tenancingo, en donde mansiones con patios esplendidos alinean las calles.
No hay duda que la prostitución es uno de los crímenes más lucrativos – es uno de los cuales en donde los criminales involucrados enfrentan el menor riesgo de ser atrapados por el cumplimiento de leyes. Las Naciones Unidas menciona que el tráfico humano es la tercera industria ilícita más lucrativa, después de las drogas y la falsificación. Pero en los EE.UU., los departamentos de policía locales dedican 22 veces más tiempo en el combate de drogas que en combatir el tráfico humano.
“Lo que estamos viendo es que Tenancingo es el mayor punto de reclutamiento y entrenamiento de ‘pimps’ y es una tradición que data de dos o tres generaciones en donde ahora vemos como los abuelos le enseñaron a sus hijos y a sus nietos el arte de prostituir”, menciona Lori Cohen, una abogada de Sanctuary for Families quien ha trabajado con docenas de víctimas de los círculos de Tenancingo.
Basado en estimaciones, una persona que se dedica a prostituir puede ganar medio millón de dólares al año con tres mujeres trabajando para él. Cohen mencionó que muchos de los clientes son muchas veces inmigrantes hispanos, y las tarifas varían dependiendo del idioma que hablen. “Si el cliente habla inglés, la tarifa es más alta. Si el cliente habla español, la tarifa es menor”, menciona.